Renacimiento venezolano
Todos los valores humanos han sido cubiertos por una gruesa capa de mediocridad
JUAN C. SOSA AZPÚRUA | EL UNIVERSAL
jueves 11 de noviembre de 2010 12:00 AM
Fénix es un sentimiento manifestado a partir de la indignación, de ver cómo aplastan con el mayor desparpajo lo más sagrado que se tiene en la vida. Se burlan de nosotros como si fuéramos imbéciles sin alma y sin sentido del respeto. Ya no se trata de consideraciones predecibles, lo que tenemos en Venezuela es un odio hecho poder, un resentimiento visceral transformado en poder público, un crimen organizado, a partir de las alianzas más viles, transmutado en régimen revolucionario.
Todos los valores humanos han sido cubiertos por una gruesa capa de persecuciones, vejámenes incalificables, humillaciones y mediocridad.
La nación se desdibuja, confundiéndose con olorosas tinieblas que tienen su mejor simbolismo en Pudreval, marca imborrable de una patética hipocresía, sello de fábrica de los típicos Mesías del pueblo, de los ungidos por los destinos delirantes que siempre cantan la musiquita revolucionaria, que prometen el cielo cuando solo es infierno lo que tienen capacidad de materializar.
Pero ya está bueno. Han sido doce años duros, tiempo en que el cuerpo enfermo de nuestra nación desarrolló un tumor que hizo metástasis. Todos los males de una sociedad que no maduró crecieron hasta volverse náusea. Estos entes que hoy gobiernan son el pus de las células sociales que están destinadas a desaparecer y volverse cenizas. Y aquí es dónde nace Fénix.
Venezuela concluye un período de inmadurez que pagó caro. Ahora le toca renacer. El reto consiste en hacerlo bien esta vez. Levantaremos la nación con ímpetu fresco, los venezolanos que no claudicamos tenemos la fuerza para hacerlo.
Fénix abrirá caminos al progreso, está en cada uno de nosotros asumir con firmeza la responsabilidad individual que exigirán los nuevos tiempos.
Todos los valores humanos han sido cubiertos por una gruesa capa de persecuciones, vejámenes incalificables, humillaciones y mediocridad.
La nación se desdibuja, confundiéndose con olorosas tinieblas que tienen su mejor simbolismo en Pudreval, marca imborrable de una patética hipocresía, sello de fábrica de los típicos Mesías del pueblo, de los ungidos por los destinos delirantes que siempre cantan la musiquita revolucionaria, que prometen el cielo cuando solo es infierno lo que tienen capacidad de materializar.
Pero ya está bueno. Han sido doce años duros, tiempo en que el cuerpo enfermo de nuestra nación desarrolló un tumor que hizo metástasis. Todos los males de una sociedad que no maduró crecieron hasta volverse náusea. Estos entes que hoy gobiernan son el pus de las células sociales que están destinadas a desaparecer y volverse cenizas. Y aquí es dónde nace Fénix.
Venezuela concluye un período de inmadurez que pagó caro. Ahora le toca renacer. El reto consiste en hacerlo bien esta vez. Levantaremos la nación con ímpetu fresco, los venezolanos que no claudicamos tenemos la fuerza para hacerlo.
Fénix abrirá caminos al progreso, está en cada uno de nosotros asumir con firmeza la responsabilidad individual que exigirán los nuevos tiempos.
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