Juan Carlos Sosa Azpúrua
22 julio 2010
Cuando acabe esta pesadilla de envidiosos y delirantes, el reto es renacer, como Fénix.
Subir la autoestima, enseñar con liderazgo que ser responsable de la propia vida es el primer paso en el camino de la prosperidad.
El discurso político ha de borrar los tonos que recuerdan las razones por las cuales se hundió Venezuela.
Más que ideologías, se necesita pragmatismo, acciones concretas bañadas de libertad, no más socialismo, no más romanticismo de izquierda.
Comprender que humanismo y socialismo son conceptos contradictorios; hasta los políticos más jóvenes tienden a confundir los términos, obviando que es con capitalismo que los pueblos se hacen ricos, que son las sociedades capitalistas y libres las únicas capaces de honrar la dignidad de quienes por sus circunstancias de vida requieren de la asistencia del Estado para sobrevivir.
Tenemos la fortuna de contar con recursos suficientes para estimular un ciclo virtuoso de generación de inversiones y empleo. Tendremos que promover la apertura energética más ambiciosa de la historia, invitando a las empresas del mundo a invertir en el desarrollo de las industrias petrolera, gasífera, mercado interno de derivados, petroquímica y alternativas como solar, eólica y nuclear; atrayendo a los mejores profesionales, insertándolos en un mercado estimulante, lleno de oportunidades de crecimiento y alcance de una vida plena.
Modelos como Noruega servirán de referencia para vacunarnos contra la Enfermedad Holandesa y memorias como las heredadas de Arturo Uslar Pietri nos guiarán mientras sembramos una nación que merezca nuestro respeto y el de la comunidad internacional, un país de gente ganándose la vida con trabajo y optimismo, nivelando hacia arriba, una Venezuela progresando... en paz.
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